El día que empezamos a preocuparnos por el futuro es el día que perdemos nuestra inocencia.

¿Y qué le importa al mundo cómo esta mi alma?
Más triste que el silencio y más sola que la luna.
¿Y qué importa ser poeta o ser basura?

2.12.2012

Dorian y Mistral

Bueno, llevaba tiempo sin dejar nada por aquí y la verdad es que ahora que tengo una buena razón, ¿por qué no hacerlo?
Pensaba que no podría terminarla este finde por el tema de que Rafa, para darme una sorpresa, vino una semana antes de tiempo. Pero no vamos a echar la culpa al chico, que ayer pude acabarla pero estaba vaga (gajes del oficio con el tema de no hacer nada durante el día, sale una tarde y al día siguiente tienes que recobrar fuerzas, triste pero cierto xD) y aquí está, una pareja entrañable!


Mistral y Dorian
El hacha cayó sobre el tronco clavándose con estrépito y haciendo saltar la corteza con brusquedad, dándole a Dorian en la cabeza. Éste gruñó malhumorad, poniendo un pie sobre el tocón de madera que había elegido para hacer leña y con fuerza sacó el hacha de la madera astillada. Repitió el movimiento varias veces, intentando crear leña pero sin llegar a conseguirlo. Cuando se hubo cansado y había lanzado una salvajada de maldiciones, recogió la leña, escasa, y se alejó de allí rumbo al campamento.
Al llegar allí dejó la leña bajo la lona que habían dispuesto como una tienda improvisada y se dirigió al fuego, donde estaba sentada Mistral, más ojerosa de lo normal.
-He traído más leña.-Dijo, sentando junto al fuego y poniendo las manos para que se le calentase.-Pero va a llover, ¿lo hueles?
Mistral asintió, con la mirada fija en las llamas que le dedicaban su baile. Dorian frunció los labios, molesto por la ignorancia de la chica. Al rato de estar en silencio, oyeron una tos terrible y sonora desde la tienda que habían dispuesta de la mejor forma que sus medios les habían permitido.
Mistral se apresuró a levantarse, resbalando con sus botas y corriendo hacia la tienda.
-Víctor…
Dorian observó su reacción sin moverse, perdiendo de vista a Mistral mientras se metía en la tienda donde estaba Víctor. Hacía dos días que habían tenido que parar el viaje porque el príncipe heredero había caído enfermo, de eso hacía ya días, pero por su orgullosa personalidad, no había dejado de andar hablando de su misión hasta que la fiebre le nubló la vista y le hizo caer entre una terribles tos y dolores.
Fue cuando empezó la preocupación de Mistral y sus noches sin dormir, esperando en la salida de la tienda a que Víctor necesitara algo, como un perrito faldero.
Dorian se levantó, y cuando lo hizo, empezó a llover.
-Maravilloso… Gracias, Mamá Naturaleza, esto es lo que tienes que darme.
Y como si ésta le contestará, sonó un trueno que empeoró la lluvia. Dorian se mordió la lengua, no queriendo pensar que era peor y se avecinó a la tienda del enfermo.
Allí, Mistral, que le secaba el sudor a Víctor con una toalla mojada, le miró con reprobación mientras que Víctor simplemente le observaba, ojeroso, pálido y los ojos tras el esfuerzo de toser.
-Está lloviendo, así que tendremos que compartir tienda tú y yo.-Le dijo a Mistral, que le ignoró de nuevo, dándole algo de beber a Víctor. Sonó otro trueno, en lo que Mistral pegó un brinco, asustándose.- ¿Qué tal te encuentras?-Le preguntó a Víctor.
-Perfectamente…-Contestó Víctor, incorporándose, pero fue en vano, pues otra oleada de tos le sobrevino.-Cuando amaine nos iremos de aquí y…
-De eso nada.-Lo interrumpió Mistral.-Aún estás débil y enfermo, no nos moveremos de aquí hasta que te recuperes.
-No estoy débil… ni nunca lo estaré.-Replicó Víctor, con voz nasal por la mucosidad.
Ahora Mistral le ignoró a él, se levantó, después de haberlo arropado bien y se encaró a Dorian.
-Bien, compartiremos tienda, pero si amina antes de que amanezca, vuelves a dormir fuera.-Dictó, se giró hacia su amigo y le sonrió.-Que descanses, Víctor.
Víctor asintió.
Dorian puso los ojos en blanco.
-Va a ser una noche muy larga…-Suspiró, se despidió con la cabeza del príncipe y salió a la lluvia.
El fuego se había apagado y la oscuridad empezaba a rodearles poco a poco. Se dirigió a la tienda improvisada y fue a meterse, pero Mistral se lo impidió.
-Quítate las botas, las tienes mojadas y llenas de barro, como tu ropa.
-¿Quieres que me desnude para ti?-Preguntó, con una sonrisa pícara.
-No seas imbécil…-Se apresuró a añadir Mistral, con un leve sonrojamiento
-Entonces empaparé la tienda, y eso ya lo has hecho tú. Me gustaría dormir caliente por una noche, si no es molestia.
Mistral no dijo nada, le hizo huevo en la tienda y Dorian entró después de haberse quitado las botas y la camisa, dejándolas en un rincón de la pequeña tienda. Mistral, que también se sentía húmeda por la lluvia, se incomodó.
-Hueles a lluvia.-Se quejó Dorian, que se había tumbado y la miraba en la oscuridad.
-Estoy mojada.-Replicó Mistral.
-Pues ponte ropa seca o quítatela.
-No tengo más ropa limpia, no he tenido tiempo por cuidar a Víctor.
Dorian se encogió de hombros.
-Ese no es mi problema, por un rato que te hubieras dedicado a ti, no le hubiera pasado nada. Ya que no te lo va a agradecer, al menos duerme un poco, ¿no? Estás horrible.
Mistral gruñó.
-Cállate o te echaré fuera de la tienda.
-Creo que te echaré yo si no te quitas esa camisa mojada, ¿qué pasa, te dan vergüenza tus pechos pequeños?-Y no pudo evitar sonreír en la oscuridad por eso.
Mistral le lanzó una de sus botas, acertando en la cara del bardo, que soltó un quejido, y cuando fue a lanzarle el segundo golpe, se pensó dos veces, se quedaría con esa bota por si volvía a decirle algo.
Dorian se tocaba la nariz, pensando que no le hubiera extrañado que sangrara, cuando en la oscuridad vio como Mistral se quitaba la camisola mojada y la dejaba a un lado, quedándose un vendaje de tela rústica que cubría sus pechos a modo de sujeción. Sorprendido, se tumbó boca arriba y se quedaron en silencio.
Pasaron varios minutos en los que ninguno dijo nada, solo interrumpido el silencio por la tos que se oía de la tienda de al lado, donde descansaba Víctor. Mistral se incorporó varias veces, pero se volvió a tumbar recordando lo que momentos antes le había dicho Dorian.
El frío empezó a entrar en la habitación, haciendo que ambos temblase. Dorian se incorporó, busco por la tienda y encontró una manta.
-¿Cuántas mantas tiene Víctor?
-Casi todas…-Fue la monótona contestación que le dio Mistral.
-Genial… aquí solo hay una, tendremos que compartirla o…-Dorian se la lanzó, se acurrucó dándole la espalda y cerró los ojos. Era mejor pasar un poco de frío que estar ahí fuera bajo la lluvia, y pensase lo que pensase Mistral, era todo un caballero, si colaba…
Mistral recogió la manta, miró a Dorian y se sintió algo culpable al verle temblar.
-Supongo que… podemos compartirla…
-¡Bien! Pues acerca ese cuerpo al mío.
-Estabas esperando a que dijera eso, ¿verdad?
-¿Yo? ¡Qué va, por quien me tomas!
Mistral decidió ignorar aquella noche quien era Dorian y se acercó a él, extendiendo la manta sobre los dos y tumbándose, arrepentida de haberse quitado la camisola. El cuerpo de Dorian estaba tibio, y al rozarse con el suyo, se sonrojó, apartándose un poco de él.
-Si te alejas tanto acabarás destapada y tendré que ser yo el que os cuide a ti y a Víctor.-Habló Dorian, suspirando, sin moverse.-Tranquila, no muerdo, ¿vale?
Mistral se acercó lentamente, pensando que si el bardo se propasaba, podía utilizar su magia para quitárselo de encima. Se tumbó junto a él, y Dorian la tapó.
-¿Ves? No es tan difícil.
Mistral no dijo nada, sonrojada, agradeciendo la oscuridad.
-Estás… calentito…
Dorian reprimió una sonora carcajada, sabiendo que en ese momento Mistral estaría deseando que se le tragase la tierra y más roca que un tomate por aquel inoportuno comentario.
-Bueno, soy de sangre caliente.-Dijo, sin poder borrar la sonrisa, y bajando la voz para que Víctor no les oyera.-Puedes pegarte más a mí, si quieres.
-No… estoy bien.
-Estás temblando, y me molesta, así no puedo dormir.
-No pienso abrazarme en tu pecho y hacer como si no pasara nada es… muy violento.
-Entonces te abrazaré yo a ti.-Y Dorian procedió a pasar uno de sus brazos sobre el cuerpo de la chica, que se tensó y casi ni respiró.
-¿Es incómodo?-Preguntó, sabiendo la respuesta.-Oye… puedes respirar… lo hago para que no pasemos frío. Hace mucho que no estoy con una mujer, pero no tanto como para abalanzarme sobre la primera que veo.
-Gracias, eso me deja mucho más tranquila.
De nuevo silencio, solo interrumpido por la lluvia y por la tos del inocente Víctor que ya dormía. Era incómodo, todo sea dicho, pero dentro de todo lo incómodo que podía ser, Mistral empezaba a sentirse diferente y poco a poco el calor de Dorian se le pegaba.
Por otra parte, el bardo ya empezaba a sentir el sueño y no dudó en dejarse llevar para que aquella noche acabase pronto, pero un movimiento de Mistral hizo que abriera de nuevo los ojos, sentía los pechos debajo de su brazo, y aunque no quería pensar en ellos, no pudo evitarlo. Plin.
-Mierda...
Se separó un poco de Mistral, que sintió el vacío y como el calor se iba.
-¿Ocurre algo?-Preguntó, acercándose a él, presa del frío.
Dorian gruñó.
-No, está todo bien... solo que me duele... una pierna.
-¿Quieres que te de un masaje?
Dorian se precipitó a mirarla, y la silueta de la chica en la oscuridad hizo que se fijara en sus pechos, que empezaban a ceder al vendaje.
-Creo que esto no ha sido buena idea.-Dijo, simplemente, sentándose, incómodo.
Mistral, extrañada, se apartó un poco de él.
-No entiendo…
Dorian suspiró.
-No, cómo lo vas a entender… no eres un hombre.
Mistral le fulminó con la mirada.
-Pues ale, ahí tienes la salida y todo un campo mojado para dormir.-Y dicho eso, se tapó hasta la cabeza con la manta.
Dorian fue a decir algo, pero prefirió no hacerlo. Era un hombre, y como tal, tenía sus necesidades. Y a mala fe que tenía que ser en ese momento y con aquella chica. Se volvió a tumbar.
-Oye… lo siento… es que…-Se quedó en silencio.-mi amiguito quiere jugar.
Mistral siguió con la cabeza tapada, sin decir nada.
-Y quiere jugar preciosamente contigo… no sé si me pillas. Ya te he dicho antes que llevo mucho tiempo sin… buff, que difícil que es esto.-Se quejó.-Solo sé una forma de decirlo, así que no te asustes ni salgas corriendo como si quisiera violarte, ¿vale?-Ella no dijo nada.-Tú… yo… ¿quieres copular conmigo?
El silencio asustó a Dorian, que pensó que la chica se estaría preparando para clavarle un cuchillo y rajarle de un lado a otro. Tragó saliva, sintiendo la erección contra los pantalones, que aún seguían mojados. Cuando pensó que la chica ya se habría quedado dormida, y él había decidido a hacer lo mismo, Mistral se movió, incorporándose.
-Mistral, lo siento… no debería haberte dicho eso de copular… pero es que la otra palabra era aún más fea… y no sé si hubieras cogido mis eufemismos. ¿Me entiendes?
Mistral se acercó a él, y antes de que Dorian pudiera seguir pidiendo disculpas por su mal de hombre, ella le besó en los labios con torpeza.
Cuando ella se separó y le miró, él se quedó quieto, sorprendido y algo tenso.
-Vale… esto creo que nadie se lo esperaba…-Comentó.
-Quiero copular contigo.-Dijo ella en un susurro.
Dorian ladeó la cabeza.
-¿Es una broma? Porque si pretendes ponerme como un toro y luego dejarme con los… las ganas, no tiene gracia, duelen muchos, ¿sabes?
-No… la persona con la que me gustaría hacerlo… no creo que piense en ello. Y solo me quedas tú… no quiero permanecer virgen eternamente.
-Que amable… soy un polvo por despecho, genial.
-Si no quieres hacerlo… lo entenderé.
Dorian la agarró de la cabeza y la atrajo hacía él, enseñándole un tipo de beso que Mistral no conocía. La chica, con torpeza, le correspondió, sin saber qué hacer con sus brazos. Dorian se los puso alrededor de su cuello y apretó su pecho contra el de él.
-Deja que yo te guíe…-Y la besó por el cuello, tumbándola de nuevo bajando la mano por su clavícula hacia los pechos.-Si no quieres que te haga algo, dímelo… pero no suelo dejar a las mujeres insatisfechas.-Y la volvió a besar, acariciando uno de sus pechos con sutil cuidado, quitando poco a poco el vendaje y dejándole al aire.
Ahora ninguno de los dos tenía fría.
Mistral nerviosa, respiraba entrecortadamente. Pensaba que la primera vez que se entregaría a un hombre sería de otra forma, con otro hombre y en otro lugar. Pero las circunstancias eran esas y había tomado aquella decisión. Además, Víctor no tendría por qué enterarse, ya se ocuparía después de que Dorian no se fuera de la lengua.
Dorian bajó por su clavícula hasta llegar a uno de sus pechos, al cual dio pequeños besos y acarició con la lengua, mientras miraba a Mistral, que se mordía el labio inferior mientras le miraba en la oscuridad. Apretaba las piernas, como si no quisiera abrirlas, pero cuando Dorian bajo una mano hacía los pantalones de viaje que llevaba ella dejó de estar tensa y le dejó trabajar. Él mismo sentía la erección palpitando, pidiendo a gritos una penetración que no tardaría en llegar. Acarició el vientre de Mistral, que se retorción, y llegó a su sexo, acariciándole sobre el pantalón.
Mistral sintió el contacto y no pudo evitar solar un gemido. Cuando Dorian se puso sobre ella y notó la erección de su miembro, se ruborizó sin poder evitarlo, buscando los labios de Dorian, que no tardaron en venir a socorrerla. Se fundieron en un beso donde se entrelazaron sus lenguas mientras el chico frotaba su erección contra se sexo. Aquello le gusto a la chica, que no tardó en agarrarse a la fornida espada del bardo.
-Me encanta…-suspiró ella.
Dorian sonrió, orgulloso de si mismo.
Bajó sus manos de nuevo por el vientre de Mistral y le quitó el pantalón con cuidado, la chica sonrojada y él ansioso por empezar su trabajo. Cuando se hubo deshecho de los pantalones de ella, se apresuró a quitarse los suyos, sin poder evitar mirar el sexo de ella.
Dorian se puso de nuevo encima de ella, y su miembro se acomodó en una de las cuervas de su ingle, pugnando por meterse antes de tiempo. Ella lo noto caliente contra su piel, y mojado, una sensación que nunca antes había sentido.
-¿M-me va a doler?-Preguntó temorosa.
-Te va a doler, no te voy a mentir… pero intentaré que duela lo menos posible.-Le prometió él, acariciando su cabello.- ¿Estás lista?
Mistral cerró los ojos con fuerza y apretó sus manos contra la espalda de Dorian.
-Relájate…
Ella lo hizo, y notó como Dorian, con cuidado, se preparaba para penetrarla. Ella cogió aire, esperando que un dolor atroz se apoderara de ella. Sintió una leve molesta, y como Dorian le había dicho, se relajó y el miembro de Dorian entró dentro de ella con un escozor y una presión que no se esperaba. Soltó un gemido, mordiéndose el labio inferior y Dorian la sacó, para más pronto que tarde volver a entrar.
Dorian notaba la humedad dentro de ella absorber su miembro, y cuando las paredes empezaron a ensancharse para colocarse para su miembro, lo empezó a hacer más rápido. Miró a la muchacha, que seguía con los ojos cerrados y la besó en la frente con dulzura, embistiéndola, intentando no hacerla más daño del que fuera necesario.
-¿Te duele?
Ella negó con la cabeza, sin abrir los ojos, notando el cuerpo de Dorian sobre ella. El calor le recorría el cuerpo y el miembro de Dorian se conectaba a ella de una manera perfecta, como si estuvieran hechos el uno para el otro. Cuando Dorian le pellizco uno de los pezones, sintió como un hormigueo que empezaba en su interior, y como, poco a poco sus vagina se convulsionaba para dar paso a ese primero orgasmo.
-Oh…-Gimió, abriendo los ojos y mirando a Dorian.
Dorian la sonrió, besándole la mejilla y cabalgando aún más deprisa para poder cogerla en el orgasmo, pero estaba la cosa difícil. Envestida tras envestida, empezó a notar como su miembro empezaba a hormiguear y una corriente eléctrica le atravesada hasta el pecho para empezar a bombear. Jadeó, aminorando la marcha, notando las uñas de Mistral clavarse con fuerza en su espalda, oyéndola gemir en su oído.
Era el primer orgasmo que Mistral sentía con tanta pasión y gusto, y nunca lo olvidaría.
Al terminar Dorian, se dejó caer a un lado, respirando entrecortadamente, destapándose para que el sudor no bañara la manta y mirando en la oscuridad a Mistral, que al igual que él respiraba con dificultad y estaba echa un ovillo, sintiendo aún el orgasmo.
-¿Y bien?-Preguntó el bardo, sacudiendo la cabeza.
Mistral trató de calmarse antes de hablar, pero la emoción del momento aún estaba dentro de ella, se tapó con la manta, sintiendo vergüenza después de todo y miró a Dorian, intentando no sonrojarse pero sin poder evitarlo.
-¿Te ha gustado?-Preguntó Dorian, acercándose de nuevo a ella y rodeándola con sus brazos.
-Sí…-Susurró ella, con la piel de gallino ante el nuevo contacto.
-Me alegro.
Mistral tragó saliva, algo inquieta.
-… ¿y a ti?-Preguntó, con un hilillo de voz.
Dorian sonrió.
-Por supuesto, siempre me gusta. Aunque me molesta el no poder fardar delante de tu amigo sobre lo buena que eres en la cama. Supongo que si me dejas dormir más veces contigo, puedo mantener la boca cerrada… o abierta, como prefiera.
Mistral, que empezaba a dejar de sentir la emoción del momento le fulminó con la mirada.
-¿Me estás haciendo chantaje?-Preguntó, con un tono duro de voz.
-¿Tú crees? No había pensado en esa palabra… más bien era un “hoy por ti, mañana por mi”.
Mistral suspiró.
-Haz lo que quieras, total, lo vas a hacer, ¿verdad?
-Maravilloso. ¿Repetimos?