El día que empezamos a preocuparnos por el futuro es el día que perdemos nuestra inocencia.

¿Y qué le importa al mundo cómo esta mi alma?
Más triste que el silencio y más sola que la luna.
¿Y qué importa ser poeta o ser basura?

10.25.2011

Un Jake y Susan que ha acabado por gustarme

Bueno, Pedro y yo hemos chantajeado a Marta para que escriba más a cambio de escenas que ella pida, y aquí estoy con una, puesto que me ha dado permiso para colgarlo donde quiera.

Susan y Jake I

Abrió los ojos en la penumbra del coche que la devolvía a su casa después de haber estado aquellos años en un colegio para señoritas del que había acabado asqueada, encontrándose el caro carro que su padre le había enviado para recogerla a oscuras y sola, cansada y triste. El traqueteo de las ruedas contra la tierra seca y rocosa no le había dejado dormir, y menos aún el saber que nada más bajar un pie del coche, sería la prometida de Jake Winston. Aún no entendía cómo su padre había decidido aquello… ni sabía si quería saberlo, pero algo dentro de ella le aseguraba que su padre no lo había hecho por propia voluntad.

Cuando traspasaron las puertas de Old Glory supo que ya no había marcha atrás, así que esperó a que el cochero parara y le abriera la puerta, deseando tener la fuerza de voluntad de salir corriendo de allí y perderse en el desierto para no tener que afrontar del destino que su padre le había impuesto de aquella manera tan rastrera y sin habérselo preguntado. Prefería morir ante el abrasador calor del desierto, vivir sin agua hasta caer inerte al suelo, antes que casarse con alguien a quien apenas conocía y del que siempre había tenido miedo. O al menos, cuando era solo una niña.

Pero ya no era una niña, ahora lejos de serlo, se había convertido en una señorita de bien, casadera y dispuesta por su padre a un compromiso que no deseaba.

Cuando el cochero abrió la portezuela del carro y la luz del sol abrasador se coló dentro, dañó sus ojos, que se cerraron por inercia, y tardaron en acostumbrarse. Ayudada segundos más tarde por el cochero para bajar los peldaños de las escaleras y tocas por fin tierra, aquella tierra que hacía años que no tocaba, sintió que no había vuelto a casa, sino a un matadero.

Respiró profundamente y observó el pueblo, igual que siempre, la misma gente, el mismo calor y los mismos locales.

El cochero bajó sus maletas y las dejó a su lado para que un mozo las recogiera, pero allí no había nadie. Estaba completamente sola, sudando por el absurdo vestido que su padre le había enviado para el viaje y que no era otra cosa que una forma de llamar la atención, como si le hubieran pintado en la frente “Señorita Casadera”. Así que abrió el paraguas y esperó allí, poniéndose nerviosa, sus manos enguantadas sudando, y viendo como el cochero se marchaba sin decirle ni una palabra, como cuando la había recogido.

Bufó, maldiciendo a su padre por primera vez en su vida por haberla dejado abandonada en mitad del pueblo, donde la gente no tardaría en murmurar. Sintiendo como se le hacía un nudo en la garganta y notando las ganas de llorar, intentó serenarse, mirando a su alrededor, buscando a alguien de la hacienda de su padre.

-¡Susan, Susan Walters!

La voz le resultó familiar, pero no llegó a comprender aún quien era, simplemente se giró, con el cabello oscuro hondeando por el viento y sus ojos azules entrecerrados para ver a la figura que se acercaba hacia ella corriendo.

Cuando el chico un poco más mayor que ella llegó a su lugar, reconoció al hijo de Ted Brightman. Nathan la sonreía con tal cortesía que ella se sonrojó, la recogió las maletas y con un leve moviento de cabeza, le pidió que le siguiera.

-Perdone el retraso, señorita Walters, pero el cochero no la ha dejado donde acordó su padre y cuando le he visto pasar me lo ha dicho.-Habló cortésmente el muchacho, cargando con las maletas y bolsas de Susan.

-No tiene importancia…-Mintió Susan, deseosa de llegar a casa y quitarse aquel estúpido vestido.

En poco minutos llegaron a su mansión y sonrió al recordar los buenos momentos que había pasado con su familia antes de que la enfermedad se llevara a su madre y su padre decidiera llevarla a un colegio lejos de Old Glory y la corrupción del pueblo.

Cuando entró en la casa, los olores del pasado la embriagaron, y al recorrer el hall y tocar cada mueble, casi estuvo a punto de llorar por la añoranza que había sentido lejos de allí. Correteando de un lado a otro, bajo la mirada atenta de Nathan, sonrió y fue feliz después de mucho tiempo.

-Nathan, que suban eso a mi habitación, por favor.-Dijo, alegremente, mientras se acercaba a las puertas que llevaban al salón para poder verlo después de tanto tiempo. Pero antes de llegar a abrirlas, éstas solas se abrieron, dando paso a su padre, Edgar Walters y a su joven socio, Morgan Cleremont.

-Susan, hija mía.-Su padre se acercó a ella y la abrazó con cariño, besando luego sus mejillas.-Estás preciosa, ¿verdad Morgan?

Morgan sonrió, se acercó a ella y le besó la mano con un caballero.

-Está hecha toda una mujercita, Jake ha tenido mucha suerte al prometerse con tal elegante dama.-Dijo, con reverencia.

Susan sonrió forzadamente, sin saber bien cómo reaccionar, notando una presión en el pecho que la molestaba. Así que no dijo nada, simplemente se quedó en silencio mientras su padre y Morgan hablaban sobre la cena de compromiso que se celebraba aquella noche en la casa familiar. Deseaba que la tierra la tragase para no tener que vivirla, pero no podía oponerse a los deseos de su padre… o al menos eso pensaba.

Jake se colocó bien la corbata, observando con su ojo bueno y a través del espejo a la meretriz que descansaba en la cama espatarrada después de su encuentro sexual. La había disfrutado por última vez, ya que su prometida, si no iba demasiado equivocado, acababa de llegar y no tendría que buscar el calor de otras mujeres. O al menos, eso esperaba. Sabía que aún era una jovencita recién llegada el colegio, y necesitaría tiempo para asimilar todas las cosas nuevas, incluso el practicar el sexo con su futuro marido.

Cogió su americana y sin despedirse de la prostituta, salió de la habitación del hotel habiendo dejado el salario de la mujer en la mesilla. Antes de ver a su prometida tendría que tomar un baño para quitarse el olor de otra mujer, así que sin más tardar, se dirigió a su casa para acicalarse para su futura esposa.

No tardó demasiado en lavarse y volver a vestirse con ropa limpia, elegante para sorprender a Susan, de la cual no había vuelto a saber nada desde que se había marchado por órdenes de su padre a estudiar fuera.

Aún no comprendía porque había tomado la decisión de pedirle la mano a su padre, aunque su cuñado Morgan tenía mucho que ver, ya que no cesaba de decir lo bonita y bien educada que vendría la joven cuando volviera. Y para que mentirse, Jake tenía ganas de sentar la cabeza… y qué mejor que hacerlo con la hija de Edgar Walters.

Recogió unas flores del jardín para quedar bien delante de su futuro suegro y se dirigió a la Mansión Walters, donde se estaba preparando la que iba a ser su cena de compromiso.

Susan se cepillaba el cabello oscuro frente a su tocador, suspirando con tristeza dejó el cepillo de plata y se dispuso a vestirse. La criada le enseñó el vestido que habría de ponerse y ella solo pudo asentir y quitarse la camisola que se había puesto después de lavarse.

-Debe estar contenta, señorita Susan, por la cena de esta noche.-Se aventuró la criada, colocándole el corsé y atándoselo.-Va a ser muy feliz una vez se case.

Susan, que no contestó a las palabras de la criada, se encogió de hombros, cogiéndose al mástil del dosel de la cama mientras la criada terminaba de abrocharle el corsé y colocarle el vestido. Cuando estuvo vestida se calzó y la criada se dispuso a hacerla un precioso recogido a modo de peinado para lucir su bonito cabello.

Una hora después, salía de su habitación y se disponía a bajar a su cena de compromiso, pero antes de llegar a las escaleras que la llevarían a ella, se detuvo, indecisa. No sabía si quería encontrarse con el que iba a ser su marido el resto de su vida. Tomó aire, e intentando serenarse, bajó las escaleras con cuidado y despacio, demorando la llegada. Al terminar en el hall y encontrar la puerta del salón, donde se iba a celebrar la cena, cerrada, tuvo unos minutos más para respirar con tranquilidad antes de lanzarse a la piscina.

Necesitaría toda la fuerza de la que disponía para sobrevivir a aquella noche, lo sabía, y más sin el apoyo de nadie que supiera que no quería casarse con Jake Winston. Alargó la mano al pomo de la puerta y se dispuso a abrirla.

Pero fue otra la que en ese momento se abrió, la puerta principal, y se giró para encontrarse de lleno con Jake y un ramo de flores.

Sorprendida, se quedó allí quieta sin casi ni respirar mientras Jake la miraba, con la misma sorprensa. Ninguno dijo nada en algunos segundos, hasta que los dos comprendieron que no podrían estar en silencio eternamente. Fue él quien dio el primer paso.

-Has crecido mucho, Susan.

Susan asintió.

-Y tú… estás igual que siempre.

Jake sonrió, y Susan observó que seguía tapando su ojo malo con su pelo rubio. Dejó de mirarle a los ojos y reparó en el ramo de flores.

-¿Son… para mí?-Preguntó tímidamente.

Jake asintió, acercándose a ella y entregándole las flores.

-Sí, pensé que te gustarían y me ayudarían a romper el hielo.-Comentó, rozando las tibias manos de Susan.

La muchacha se sonrojó, oliendo las bonitas flores.

-Son preciosas.

-Como tú.

Y antes de que Susan pudiera decir nada más, las puertas del salón se abrieron y la música empezó a oírse, al igual que las voces del gentío de invitados que les esperaban.

-Susan, hija, os estábamos esperando.-Su padre se adelantó y con una seña la pequeña orquesta que ocupaba gran parte del salón cesó de sonar.-Queridos amigos y amigas,-al oír al padre de la futura novia hablar, todos enmudecieron y esperaron, con sonrisas de felicidad por el enlace en los rostros.-os presento a los futuro señores Winston.

Jake ofreció su brazo a Susan, la cual tuvo que aceptar sin poder evitarlo, y caminaron hacia dentro en medio de un aplauso masivo que se convirtió en una penitencia para ella, que apretando con fuerza las pobre flores, quiso gritarles a todos que no quería casarse con alguien a quien no amaba. Sin embargo, Jake parecía disfrutar con aquello, aunque no le gustase llamar la atención por su ojo, aquella era su noche.

Cuando el masivo aplauso terminó, Jake besó en la mejilla a la sorprendida Susan, arrebatando un “oh” de todos, que no podían evitar sentirse felices por ellos. Más que la prometida estaban. Jake paseó a Susan por entre los invitados, pues ella no discutió, sumida en su tristeza, sonriendo forzadamente a cada persona que venía a darle la enhorabuena por el compromiso. Más tarde, se sentaron en la cena, donde su padre había tirado la casa por la ventana para darle lo mejor a su hija, una hija que no quería nada de eso.

Jake se percató durante la cena lo que le ocurría a Susan, ya que no hablaba a no ser que le preguntaran directamente y apenas tocó sus platos. Simplemente sonría sin ganas, asintiendo y dándoles a todos las gracias. Y aquello le supo mal, porque no quería que ella se sintiera mal por su culpa.

-Oye Susan, ¿te encuentras bien?

Sabía que ella no soltaría prenda, y menos con tan poco contacto con él.

-Sí,-contestó ella.-solo un poco mareada, no te preocupes.

Jake supo que le estaba mintiendo, pero allí, entre tanta gente no podía hacer nada.

Al acabar la cena, Susan se levantó de la mesa y salió al jardín, donde esperaba poder estar sola sin nadie a quien sonreír sin ganas. Paseó por los jardines que la habían visto crecer hasta su marcha, donde había pasado momentos inolvidables. Sin darse cuenta había salido de la hacienda, adentrándose en la noche sola, sin nadie más. Por fin podía dar rienda suelta a un dolor que poco a poco se había instalado en su corazón y que la hacía sufrir.

No notó los pasos que la seguían, absorta en sus pensamientos, y cuando notó la mano en su hombro quiso gritar, pero otra se había instalado en su boca, y el miedo la recorrió, haciéndole más fácil a su secuestrador el llevársela. Las lágrimas recorrieron sus mejillas, y sin poder hacer nada, se dejó llevar hacia un callejón, tan cerca de su casa y a la vez tan distante.

El hombre que la había cogida la lanzó contra el suelo mientras se desabrochaba el cinturón con ansias, y el olor a whisky de su boca le dieron ganas de vomitar a Susan.

Pero aquel hombre no abusó de ella, aunque estuviera a punto, alguien saltó sobre él antes de que lo hiciera.

Susan gritó con todas sus fuerzas, hasta casi quedarse sin aire en los pulmones, observando la pelea que tenía Jake con su atacante. Con lágrimas en los ojos los vio forcejear, y temió por la vida de su prometido, pero éste se desenvolvía muy bien contra su atacante. Susan, sorprendida por lo que Jake estaba haciendo por ella, se quedó en un rincón, con el vestido sucio y rasgado, temiendo por Jake y deseando que todo aquello saliera bien, que no le ocurriese.

Pero cuando el intento de violador sacó una navaja y rasgó la mejilla de Jake, que en esos momentos estaba mirando para cerciorarse de que Susan estuviera bien, todo pasó a un segundo nivel. La sangre salió a borbotones de la cara de Jake, el cual había gemido de dolor y se había llevado una mano a su rostro, el cual pensaba era hermosos hasta ese momento, cayendo al suelo por el dolor. El atacante, ebrio y alegre ante su golpe crucial, se giró de nuevo hacia Susan, mirándola con unos ojos llenos de deseo que dieron asco a la chica.

Susan chilló de nuevo, y gracias a aquellos chillidos, Ted Brightman y su hijo Nathan pudieron llegar hacia allí y parar de nuevo a aquel hombre.

Susan se arrastró hacia Jake, que gemía de dolor sanguinolento en el suelo.

-Jake…-Le llamó.-Todo ha sido culpa mía…

Quiso apartar las manos, pero Jake, con su fuerza, lo impidió.

-Mi cara… mi hermosa cara…

Susan, llorando, le suplicó que le perdonara. Y cuando su padre llegó a ello, se abrazó con ansias a su pecho.

-¡Ha sido todo culpa mía!-Gritó, sollozando.- ¡No debería haberme alejado tanto de la fiesta y…!-Pero no puedo acabar, porque de nuevo el llanto fue más fuerte que ella.

Edgar ordenó que se llevaran a Jake de allí para curarle, mientras abrazaba a su hija.

-¿Y qué hacemos con este, señor?-Preguntó el barman, señalando al escuálido hombre que había intentado abusar de su hija.

-Matadlo.

Ted miró a su hijo, Nathan, sorprendido.

-Pero señor…

-Quitadlo de mi vista.-Y se marchó con su hija.

Morgan, acompañado de su esposa, Mariah, hermana del herido Winston, no pudo evitar sonreír. Todo había salido dispuesto al plan. Sin más, siguió a Edgar y Susan de nuevo a su casa.

Susan no durmió bien aquella noche. Nadie le decía cómo estaba Jake, y aquello la exasperaba y desesperaba, quitándole el suelo, sin dejar de repetirse que todo había sido culpa suya. Su padre la había obligado a irse a dormir, prometiéndole poder ver a Jake por la mañana, y le había hecho beber una tila para quitarle lo nervioso cuando a media noche se había presentado en su habitación. A la mañana siguiente, Susan supo que no era una simple tila.

Nada más abrir los ojos, pegó un brinco de la cama, y en camisón, salió de la habitación ignorando las palabras de las criadas de que debía descansar, desayunar y vestirse antes de adelantarse a ver a su padre. Pero ella quería verlo ahora, necesitaba saber cómo estaba Jake. No sabía si su herida había sido mortal, solo que había sangrado mucho, y aquello no era bueno.

Tocó a la puerta del despacho de su padre y cuando éste le dio permiso para entrar lo hizo sin dudarlo.

-Padre…-Susurró, sin fuerzas.

Edgar levantó la cabeza de unos papeles y suspiró.

-¿Qué haces en camisón, hija?-Preguntó, quitándose las gafas y mirándole directamente a los ojos.

-Padre… ¿cómo está Jake?

Edgar la ignoró, levantándose de su silla y acercándose a ella.

-Ve a cambiarte y come algo, estás muy pálida.

-Pero padre…-Susa se zafó del brazo de su padre.

-Susan, hazme caso.-Le exigió su padre, empezando a enfadarse.

-¡Padre, solo quiero saber cómo está mi prometido!-Gritó ella, perdiendo los estribos.

Edgar la miró, sorprendido y con un suspiro, le señaló la silla para que se sentase. Susan obedeció y se sentó, mirándole, Edgar se acuclilló frente a ella.

-Jake ha perdido mucha sangre…-Comenzó a explicar, asustando a Susan, que empalideció aún más.-pero está consciente. Ha sido una herida terrible que le dejará una fea cicatriz de por vida.-Silencio.-Yo… no quiero obligarte a casarte con él si no quieres, Susan.

Susan se sorprendió antes las palabras de su padre.

-¿Cómo?

-Ayer me di cuenta de que no puedo perderte así como así… sé que Jake te protegerá poniendo si vida en peligro si hace falta, pero no sé si podrá estar siempre ahí. Si no quieres casarte con él, romperé el compromiso.

Susan no supo qué decir. Ayer no se quería casar con Jake, pero hoy, que lo había pensado mejor y que había visto como Jake se había lanzado a protegerla no sabía si quería o no. Confusa, miró a su padre. Si él mismo había decidido que Jake era un buen partido para ella, debía creer en su buen juicio. Algo dentro de ella había cambiado después de lo que había pasado anoche… y quería creer que era bueno.

-No, padre… yo… me casaré con Jake.-Decidió, sin saber por qué realmente aceptaba casarse con el soltero Winston.

Edgar, sorprendido, la miró escuetamente.

-¿Estás segura, hija?

-Sí… Jake puede cuidarme muy bien, ya lo viste anoche.-Respondió ella.-Y ahora por favor… déjame verlo, quiero saber yo misma que está bien.

Jake bufó, enfadado, tumbado en la cama con medio rostro envuelto en blancas vendas. Su cuñado Morgan estaba allí con él mientras su hermana terminaba de vendarle el rostro.

-Esto no estaba en los planes.-Dijo, con enfado.-Mi cara no estaba en juego.

Morgan se encogió de hombros, mirándole a través de sus anteojos.

-Yo tampoco sabía que iba a ocurrir eso, querido Jake.-Respondió, sin apenas darle importancia, ignorando que la cara de su cuñado fuera un poema desagradable.

-No me jodas, Morgan, ¿quién me va a devolver mi cara ahora?-Se quejó Jake, apartando a su hermana de él.-Ahora esa mocosa no querrá casarse conmigo, joder.

-O sí, eso tú aún no lo sabes.

Y para todas respuestas, tocaron a la puerta.

-Señor Winston, su prometida ha venido a verle, ¿la dejo pasar?-La voz de la criada trajo buenas noticias después de todo, un atisbo de esperanza para sus planes.

Morgan sonrió a Jake, y cogió de la mano a su esposa.

-Ahora todo está en tus manos, Jake, no lo estropees.-Y salieron por la puerta.

Jake bufó, y ordenó a la criada que dejara entrar a su prometida.

Cuando Susan entró en la habitación, vestida con un traje blanco y negro y el cabello suelto, se apresuró a acercarse a la cama donde reposaba Jake.

-Oh, todo fue culpa mía…-Repitió, por enésima vez, tristemente y con lágrimas en la cara al comprobar el estado de Jake, con medio rostro vendado y pálido.-Perdóname, Jake.

Jake la miró, y lejos de sentirse enfadado como cuando Morgan había hablado con él, se sintió en paz, como si no necesitara nada más en la habitación para encontrar la serenidad.

-No te preocupes.-Dijo, con la voz rasposa.-Al menos te protegí.

Susan, contenta tras su falsa modestia, se abrazó a él.

-Lo siento, lo siento muchísimo. Hoy mi padre me ha dicho que si quería romper el compromiso, era libre de hacerlo… pero le he dicho que no.

Jake se sorprendió, aquello no entraba en sus planes.

-¿Cómo?-Preguntó, separándose de Susan.

Susan le miró a su único ojo visible y se sonrojó.

-Me quiero casar contigo, Jake… si tú aún quieres.

Jake no contestó en seguida, se quedó en silencio unos minutos eternos para ella.

-¿Te da igual casarte con alguien que tendrá el rostro deforme toda su vida?

Susan asintió.

-Tu rostro cada día me recordará que me salvaste la vida, y por ello te la debo.

Jake se sorprendió de nuevo, el plan en su defecto, estaba saliendo bien.

-Susan…-E inclinó su cabeza para besar a la chica, que no se separó y recibió aquel primer beso como si fuera agua para su sed, teniendo cuidado de no dañar la herida de Jake.

Cuando se separaron, Susan le miró.

-Gracias por salvarme la vida, Jake.

Jake quiso sonreír, pero el dolor era tan insoportable que no pudo hacerlo. Así que volvió a unir su trozo de labio sano con los de Susan, que parecía no detestarle ni darle asco y aquello hizo que su miembro se pusiera duro. Obligó a Susan a tumbarse junto a él con el beso, acarició su cabello suelto y bajó hacia su cuello y clavícula. Tenía que hacerla suya, y en ese momento. Pero convaleciente como estaba y con una chica que apenas era una mujercita, lo tenía difícil. Así que la apartó de él con cuidado.

Susan, que no se había percatado de nada, sonrió.

-Voy a cuidar de ti, Jake, hasta que estés bien y podamos empezar a preparar la boda.

Jake asintió.

-¿Me esperarás?

-Te esperaré, vendré todos los días a verte.

-Acabarás enamorándote de mí, ¿lo sabes?-Bromeó él.

Susan se sonrojó.

-Bueno… de eso se trata.

-Pues cuando me quieras, házmelo saber.

Susan sonrió.

-Serás el primero en saberlo.


La idea vino poco a poco cuando iba escribiendo, improvisando e inventándome la historia porque si no no sabía qué hacer xD. A ella le ha gustado, así que puedo ser feliz y escribir la segunda parte con tranquilidad. Sé que esto nunca pasará, que Susan tiene que cumplir su vengaza y si algún día se enamora no será de Jake, al igual que él no se enamoraría de ella, pero al ser la pareja favorita de Marta voilá!

Os pongo el link por si alguien la lee y quiere saber más de ellos su blog: http://muereellayelsecasaconelcaballo.blogspot.com/ y el link de la página donde está la historia: http://www.fictionpress.com/s/2866818/1/.